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sábado, 17 de octubre de 2015

EL HOMBRE POSMODERNO: CONSUMO, LUEGO EXISTO


La posmodernidad nace como respuesta a la modernidad, que proponía la consecución de metas de una manera lógica y racional a través de valores como la libertad, igualdad, justicia, fraternidad….

El hombre posmoderno valora el sentimiento por encima de la razón, la libertad por encima de la necesidad, la experiencia por encima de la creencia, el caos por encima de la coacción.

El posmoderno vive una vida dura que no acepta, un mundo injusto que no soporta, pero no alberga esperanza ni deseo algunos de cambiarlos, por lo que decide disfrutar del hoy (carpe diem) con una actitud despreocupada.

La posmodernidad es el tiempo del yodel "yoísmo", “de el yo, antes que el de todos”, y del intimismo. Tras la pérdida de la confianza en transformar la sociedad, concentra todas sus fuerzas en la realización personal.

Los grandes principios éticos y los valores morales de la modernidad no tienen ya un carácter universal: es la ética de “la situación”, “todo depende”.

El hombre posmoderno es un hombre superficial, liviano, “light”: ya no sostiene grandes valores en su vida, ni defiende grandes ideales, ni mantiene creencias propias, no se compromete con nada ni con nadie.

Es un hombre libre pero vive perdido, sin brújula, sin saber hacia dónde va.

El posmoderno se basa en el “amor líquido”: es el deseo de consumir, el anhelo de devorar, la ansiedad de usar y tirar.

CARACTERISTICAS
  • Materialismo: lo que importa es poseer, tener cosas, amigos...
  • Hedonismo: Pasarlo bien a costa de lo que sea o de quien sea.
  • Secularismo: Experiencia frente a moralidad, vivencia frente a creencia.
  • Relativismo: Todo es relativo. Nada es absoluto.
  • Consumismo: fórmula de la libertad y referencialidad.
  • Pensamiento débil: Indiferencia, neutralidad.
  • Vacío espiritual: Falta de convicciones firmes y de compromiso.
  • Escepticismo: no cree a "pies juntillas" en nada. 
  • Pasividad: Desinterés y descreimiento por y de lo ajeno.
  • Pragmatismo: lo que te vale a ti, puede valerme a mí, o no.
  • Fundamento estadístico: si muchos lo dicen, será bueno.
  • Amoralidad: falta de creencias, valores o grandes ideales.
  • Tecnodependencia: Viven y mueren por la tecnología.
  • Desamor: Lo difícil no es amar, sino encontrar a quien amar.
  • Carpe diem: vivir el momento, al día.
La posmodernidad y el consumo están estrechamente unidos. Se trata de un consumo existencial, no solo se consume para cubrir las necesidades básicas; es un consumo de placer y ocio.

El consumidor posmoderno es adictivo: no compra racionalmente (razón) sino compra por impulso (sentimiento), “por tener más”.

El consumidor posmoderno da muchísima importancia a la individualidad: consume bienes y servicios adaptados a su individualidad, a sus gustos y necesidades propias.

Su forma de consumir, ya sea eligiendo marcas/productos de preciso altos o bajos, de calidad alta o baja, afianza su identidad, refleja su personalidad y su forma de vivir.

Es un consumidor narcisista que necesita proyectar en la realidad, la imagen que ha soñado de sí mismo.

El cliente posmoderno manda y por ellos los productos deben ajustarse y personalizarse, es un “vivir a la carta”. Antes el consumo era en “unidades familiares”, ahora cada miembro consume lo que quiere, es un consumo diferenciado.

Al consumidor posmoderno no le basta con comprar, él mismo es un bien de consumo. Aquí es donde aparecen las redes sociales: Facebook, Twiter, Linkedin, etc. son portales de “autorretrato” donde se “vende” a sí mismo.

El consumidor posmoderno es hedonista, busca la diversión individual, la propia satisfacción: entretenimiento y placer. Consume lo que desea, lo que quiere y no lo que debe. El consumo está orientado al placer.

“Consumo, luego existo” es su ley fundamental. El tiempo libre no se vive, se consume. No se trata solo de vender servicios, hay que ofrecer vivencias inesperadas y extraordinarias, que generen emociones, provocaciones, afectos y sensaciones.

El consumidor posmoderno es indiferente a la durabilidad. La experiencia de la idea soñada se convierte en inmortal con independencia de su duración temporal. La instantaneidad de cada momento susurra un espacio infinito de deleite. Es el “consumo zapping”.

Para el consumidor posmoderno ni existe ni interesa el “largo plazo” sino que se trata de manipular lo transitorio, lo efímero en detrimento de lo permanente, de lo duradero. Consumir, aquí y ahora.

El consumidor posmoderno es “hiperconsumista”: más allá del largo plazo o de la fecha de caducidad está interesado en las actualizaciones continuas, en los cambios nuevos y mejores y si no lo consigue, la sensación que se genera es de carencia.

El tiempo del posmoderno no entiende de horarios: el día no se divide en 8 horas para trabajar, 8 para ocio y 8 para descansar, sino que todo se mezcla en un caos: se puede estar trabajando o estudiando, y a la vez, comprando y viceversa.

Antaño, el espacio sobre el que giraba todo en las ciudades eran los ayuntamientos, las catedrales o las plazas mayores; ahora son los centros comerciales o “templos del consumo”.

Antes, cuando se necesitaba comprar algo, se buscaba el momento, el día y la hora para ir, dependiendo de los horarios de las tiendas y también de nuestros quehaceres. Ahora, no es necesario ir a las tiendas, basta con acceder a su web (espacio) ni tampoco esperar a su apertura, podemos comprar en el momento que queramos (tiempo).

Los restaurantes de comida rápida (fast food) representan toda  una filosofía de vida. La prisa ha invadido nuestro estilo de vida y el tiempo nos parece un bien muy escaso.

La moda también representa esa filosofía de lo efímero: todo lo producido ha de ser consumido y las necesidades son artificiales debido a la tendencia al cambio permanente.

El modelo de vida de la sociedad multimedia posmoderna exige una juventud eterna y un cuerpo de diseño. Nada debe envejecer. Es el complejo “Peter Pan”.

La comunicación determina la vida del posmoderno tanto cuantitativa como cualitativamente, condiciona su conducta, que es una exteriorización de un mito, es decir, que lo superficial prima sobre el contenido mismo.

Hoy no se comunican las características del producto (objeto o persona), sino sus valores y sus símbolos. Es lo que se llama la “cultura del simulacro”: las cosas se adquieren o las relaciones se estrechan, no solo para usarse sino para exhibirlas como identificadores de ciertas identidades sociales.

Así, los productos o las personas se convierten en vehículos de comunicación posmoderna: la necesidad se ha convertido en deseabilidad social. El medio se impone al propio mensaje, la viralidad a la verdad.

Hoy, la comunicación es creadora de valores y pautas de conducta que modelan la vida en sociedad, llena el vacío dejado por la desaparición de las ideologías y su función es totalmente social: vivifica a las cosas y cosifica a las personas.

Hoy, cualquier posmoderno puede ser famoso, aunque sean 15 minutos. Es lo que observamos en los “realities”, la prensa amarilla o las redes sociales: El arte o la popularidad no es algo racional, medido ni exacto. Se trata de plasmar y percibir.

La sociedad posmoderna se ha transformado de tal forma que ha dado lugar a una composición social híbrida, donde todo está mezclado: cultura, clases sociales, opiniones, gustos, etc. El posmoderno es, también un ser ecléctico.


El hombre posmoderno va….pero ¿hacia dónde?



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