La posmodernidad
nace como respuesta a la modernidad, que proponía la consecución de metas de una
manera lógica y racional a través de valores como la libertad, igualdad, justicia,
fraternidad….
El hombre
posmoderno valora el sentimiento por
encima de la razón, la libertad por encima de la necesidad, la experiencia por
encima de la creencia, el caos por encima de la coacción.
El posmoderno vive una
vida dura que no acepta, un mundo injusto que no soporta, pero no alberga
esperanza ni deseo algunos de cambiarlos, por lo que decide disfrutar del hoy (carpe diem) con una
actitud despreocupada.
La posmodernidad es
el tiempo del yo, del "yoísmo", “de el yo, antes que
el de todos”, y del intimismo. Tras la pérdida de la confianza en transformar
la sociedad, concentra todas sus fuerzas en la realización personal.
Los grandes
principios éticos y los valores morales de la modernidad no tienen ya un carácter
universal: es la ética de “la situación”,
“todo depende”.
El hombre
posmoderno es un hombre superficial,
liviano, “light”: ya no sostiene grandes valores en su vida, ni defiende
grandes ideales, ni mantiene creencias propias, no se compromete con nada ni
con nadie.
Es un hombre libre pero vive perdido, sin brújula, sin saber hacia dónde va.
El posmoderno se
basa en el “amor líquido”: es el
deseo de consumir, el anhelo de devorar, la ansiedad de usar y tirar.
CARACTERISTICAS
- Materialismo: lo que importa es poseer, tener cosas, amigos...
- Hedonismo: Pasarlo bien a costa de lo que sea o de quien sea.
- Secularismo: Experiencia frente a moralidad, vivencia frente a creencia.
- Relativismo: Todo es relativo. Nada es absoluto.
- Consumismo: fórmula de la libertad y referencialidad.
- Pensamiento débil: Indiferencia, neutralidad.
- Vacío espiritual: Falta de convicciones firmes y de compromiso.
- Escepticismo: no cree a "pies juntillas" en nada.
- Pasividad: Desinterés y descreimiento por y de lo ajeno.
- Pragmatismo: lo que te vale a ti, puede valerme a mí, o no.
- Fundamento estadístico: si muchos lo dicen, será bueno.
- Amoralidad: falta de creencias, valores o grandes ideales.
- Tecnodependencia: Viven y mueren por la tecnología.
- Desamor: Lo difícil no es amar, sino encontrar a quien amar.
- Carpe diem: vivir el momento, al día.
El consumidor
posmoderno es adictivo: no compra
racionalmente (razón) sino compra por impulso (sentimiento), “por tener más”.
El consumidor
posmoderno da muchísima importancia a la individualidad:
consume bienes y servicios adaptados a su individualidad, a sus gustos y
necesidades propias.
Su forma de consumir,
ya sea eligiendo marcas/productos de preciso altos o bajos, de calidad alta o baja,
afianza su identidad, refleja su personalidad y su forma de vivir.
Es un consumidor narcisista que necesita proyectar en la
realidad, la imagen que ha soñado de sí mismo.
El cliente posmoderno
manda y por ellos los productos deben ajustarse y personalizarse, es un “vivir a la carta”. Antes el consumo
era en “unidades familiares”, ahora cada miembro consume lo que quiere, es un
consumo diferenciado.
Al consumidor
posmoderno no le basta con comprar, él mismo es un bien de consumo. Aquí es donde aparecen las redes sociales:
Facebook, Twiter, Linkedin, etc. son portales de “autorretrato” donde se “vende”
a sí mismo.
El consumidor
posmoderno es hedonista, busca la
diversión individual, la propia satisfacción: entretenimiento y placer. Consume
lo que desea, lo que quiere y no lo que debe. El consumo está orientado al
placer.
“Consumo,
luego existo” es su ley fundamental. El tiempo
libre no se vive, se consume. No se trata solo de vender servicios, hay que
ofrecer vivencias inesperadas y extraordinarias, que generen emociones,
provocaciones, afectos y sensaciones.
El consumidor
posmoderno es indiferente a la
durabilidad. La experiencia de la idea soñada se convierte en inmortal con
independencia de su duración temporal. La instantaneidad de cada momento
susurra un espacio infinito de deleite. Es el “consumo zapping”.
Para el consumidor
posmoderno ni existe ni interesa el “largo plazo” sino que se trata de
manipular lo transitorio, lo efímero en detrimento de lo permanente, de lo duradero.
Consumir, aquí y ahora.
El consumidor
posmoderno es “hiperconsumista”: más
allá del largo plazo o de la fecha de caducidad está interesado en las
actualizaciones continuas, en los cambios nuevos y mejores y si no lo consigue,
la sensación que se genera es de carencia.
El tiempo del posmoderno no entiende de
horarios: el día no se divide en 8 horas para trabajar, 8 para ocio y 8 para descansar,
sino que todo se mezcla en un caos: se puede estar trabajando o estudiando, y a
la vez, comprando y viceversa.
Antaño, el espacio sobre el que giraba todo en las
ciudades eran los ayuntamientos, las catedrales o las plazas mayores; ahora son
los centros comerciales o “templos del consumo”.
Antes, cuando se
necesitaba comprar algo, se buscaba el momento, el día y la hora para ir,
dependiendo de los horarios de las tiendas y también de nuestros quehaceres.
Ahora, no es necesario ir a las tiendas, basta con acceder a su web (espacio)
ni tampoco esperar a su apertura, podemos comprar en el momento que queramos
(tiempo).
Los restaurantes de
comida rápida (fast food)
representan toda una filosofía de vida.
La prisa ha invadido nuestro estilo de vida y el tiempo nos parece un bien muy
escaso.
La moda también
representa esa filosofía de lo efímero: todo lo producido ha de ser consumido y
las necesidades son artificiales
debido a la tendencia al cambio permanente.
El modelo de vida de
la sociedad multimedia posmoderna exige una juventud eterna y un cuerpo de
diseño. Nada debe envejecer. Es el complejo
“Peter Pan”.
La comunicación determina la vida del
posmoderno tanto cuantitativa como cualitativamente, condiciona su conducta,
que es una exteriorización de un mito, es decir, que lo superficial prima sobre
el contenido mismo.
Hoy no se comunican
las características del producto (objeto o persona), sino sus valores y sus
símbolos. Es lo que se llama la “cultura
del simulacro”: las cosas se adquieren o las relaciones se estrechan, no
solo para usarse sino para exhibirlas como identificadores de ciertas
identidades sociales.
Así, los productos
o las personas se convierten en vehículos de comunicación posmoderna: la
necesidad se ha convertido en deseabilidad social. El medio se impone al propio
mensaje, la viralidad a la verdad.
Hoy, la comunicación es creadora de valores y
pautas de conducta que modelan la vida en sociedad, llena el vacío dejado
por la desaparición de las ideologías y su función es totalmente social: vivifica
a las cosas y cosifica a las personas.
Hoy, cualquier
posmoderno puede ser famoso, aunque sean 15 minutos. Es lo que observamos en
los “realities”, la prensa amarilla o las redes sociales: El arte o la
popularidad no es algo racional, medido ni exacto. Se trata de plasmar y
percibir.
La sociedad
posmoderna se ha transformado de tal forma que ha dado lugar a una composición social híbrida, donde todo
está mezclado: cultura, clases sociales, opiniones, gustos, etc. El posmoderno
es, también un ser ecléctico.
El
hombre posmoderno va….pero ¿hacia dónde?
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