"Si el problema tiene solución, por qué preocuparse. Si no la tiene, para qué preocuparse".
-Proverbio chino-
-Proverbio chino-
Nos pasamos la vida sufriendo por lo que pasó o por lo que pueda suceder, nos mostramos inquietos por los dificultades pasadas o en constante alerta por los peligros futuros; en definitiva, hacemos de la preocupación un hábito que nos impide vivir de forma natural, sana y relajada.
Preocuparse es ocuparse con antelación de algo que causa angustia, inquietud, sufrimiento o temor. Subyace un intento obsesivo de dominio y control de la situación como símbolo de la propia responsabilidad.
Preocupación negativa
La preocupación es negativa cuando el problema no tiene solución o no está en nuestras manos, cuando recordamos lo que pasó, cuando imaginamos lo que pudo haber pasado o cuando nos mantiene en un continuo: "¿Y si...?".
Todo ello, nos genera estrés, tensión, angustia e incluso irritabilidad. Mediante la imaginación o el recuerdo, confundimos lo irreal con lo real, mezclamos los fantasmas del pasado con los del futuro, reavivamos viejos problemas o inventamos nuevos.
Las preocupaciones son una distorsión de la realidad que no nos afectan por lo que son, sino por cómo las vemos o por cómo las imaginamos: sobrevaloramos el problema e infravaloramos nuestra capacidad para afrontarlos.
Pero, realmente ¿somos capaces de dominar y controlar todo lo que ocurre a nuestro alrededor? ¿tiene sentido angustiarse por lo que todavía no ha ocurrido? ¿y por lo que ya ha pasado?
Preocupación negativa
La preocupación es negativa cuando el problema no tiene solución o no está en nuestras manos, cuando recordamos lo que pasó, cuando imaginamos lo que pudo haber pasado o cuando nos mantiene en un continuo: "¿Y si...?".
Todo ello, nos genera estrés, tensión, angustia e incluso irritabilidad. Mediante la imaginación o el recuerdo, confundimos lo irreal con lo real, mezclamos los fantasmas del pasado con los del futuro, reavivamos viejos problemas o inventamos nuevos.
Las preocupaciones son una distorsión de la realidad que no nos afectan por lo que son, sino por cómo las vemos o por cómo las imaginamos: sobrevaloramos el problema e infravaloramos nuestra capacidad para afrontarlos.
Pero, realmente ¿somos capaces de dominar y controlar todo lo que ocurre a nuestro alrededor? ¿tiene sentido angustiarse por lo que todavía no ha ocurrido? ¿y por lo que ya ha pasado?
Preocupación positiva
A nivel individual, la preocupación es positiva cuando dura el tiempo necesario para encontrar una solución y así, actuar de manera positiva y productiva. Constituye un recurso imprescindible para la supervivencia, cuando aprendemos de de errores pasados y logramos encontrar los medios para conseguir objetivos futuros.
A nivel social, preocuparse por el bienestar ajeno se considera signo positivo de interés y entrega hacia los demás. Pero preocuparse también debe significar "ocuparse". La preocupación sin la ocupación, el deseo sin la acción no lleva a ninguna parte.
Confianza en Dios
Por supuesto, no toda preocupación resulta nociva; a menudo, ante sucesos difíciles, es irremediable y humano sentir inquietud.
Pero aquí es donde la fe nos ayuda a diferenciar lo que está en nuestras manos y lo que debemos dejar en manos de Dios: podemos confiarle nuestros pensamientos, miedos y preocupaciones, en la absoluta seguridad de que Él sabe resolverlos mejor que nosotros y en el momento adecuado.
Los cristianos encontramos en la Biblia una guía de gran ayuda:
Mateo 6, 25-33 habla de que las preocupaciones
- dificultan que vivamos plenos y felices, al sobredimensionar nuestras inquietudes
25 Por eso yo les digo: No anden preocupados por su vida con problemas de alimentos, ni por su cuerpo con problemas de ropa. ¿No es más importante la vida que el alimento y más valioso el cuerpo que la ropa?
- impiden que valoremos nuestra propia vida y el poder de Dios, quien cuida de toda su creación
26 Fíjense en las aves del cielo: no siembran, ni cosechan, no guardan alimentos en graneros, y sin embargo el Padre del Cielo, el Padre de ustedes, las alimenta. ¿No valen ustedes mucho más que las aves?
27 ¿Quién de ustedes, por más que se preocupe, puede añadir algo a su estatura?
- imposibilitan que veamos que Dios tiene todo cuidadosamente calculado
28 Y ¿por qué se preocupan tanto por la ropa? Miren cómo crecen las flores del campo, y no trabajan ni tejen.
29 pero yo les digo que ni Salomón, con todo su lujo, se pudo vestir como una de ellas.
30 Y si Dios viste así el pasto del campo, que hoy brota y mañana se echa al fuego, ¿no hará mucho más por ustedes? ¡Qué poca fe tienen!
31 No anden tan preocupados ni digan: ¿tendremos alimentos?, o ¿qué beberemos?, o ¿tendremos ropas para vestirnos?
32 Los que no conocen a Dios se afanan por esas cosas, pero el Padre del Cielo, Padre de ustedes, sabe que necesitan todo eso.
- impiden que veamos que poniéndole a Él en primer lugar, lo demás se nos dará por añadido
33 Por lo tanto, busquen primero su reino y su justicia, y se les darán también todas esas cosas.
1 Pedro 5,7 nos insta a confiarle a Dios nuestras preocupaciones
7 Depositen en él todas sus preocupaciones, pues él cuida de ustedes.
Salmo 55, 23 nos consuela porque Dios no permitirá que nos pase nada
23 Confía tu suerte al Señor, y él te sostendrá: nunca permitirá que el justo perezca.
Filipenses 4, 6-7 nos dice el medio de pedirle: la oración
6 No se angustien por nada, y en cualquier circunstancia, recurran a la oración y a la súplica, acompañadas de acción de gracias, para presentar sus peticiones a Dios.
7 Entonces la paz de Dios, que supera todo lo que podemos pensar, tomará bajo su cuidado los corazones y los pensamientos de ustedes en Cristo Jesús.
La ayuda desinteresada a los demás, el fomento del esfuerzo personal para obrar mejor a partir de ahora mismo y dar un sentido más profundo a las metas que nos propongamos, ayudan efectivamente a evitar la preocupación.
Son, en definitiva, incertidumbres que utilizamos como una ilusoria estrategia de control para aliviar la inquietud y la inseguridad, aunque ello no varía la probabilidad real de que suceda.
Os animo a estar ocupados, sobre todo en los demás, a dejar de preocuparnos por nuestro día a día, por pequeñeces o por soluciones que no están a nuestro alcance y confiar nuestras preocupaciones a Dios.