Queridos Raquel, Alberto y Jorge:
Llegará el día en el que a mamá y a mí nos veáis viejecitos , y como que ya no somos los mismos de siempre. Os pedimos que tengáis comprensión, que intentéis entendernos. Aceptadnos y perdonadnos, porque entonces, los niños seremos nosotros.
Llegará el día en el que hablemos y repitamos lo mismo mil veces. Por favor, no nos interrumpáis para decirnos “eso ya nos lo habéis contado”, ni nos regañéis. Solamente escuchadnos, por favor. Y recordad cuando erais pequeños y os leíamos el mismo cuento, noche tras noche, hasta que os quedabais dormidos.
Llegará el día en el que nos tengáis que dar la comida, atarnos los zapatos o ir a buscarnos, tened paciencia. Recordad las horas que pasamos haciendo las mismas cosas para vosotros.
Llegará el día en el que vayamos mal aseados o mal vestidos. No nos regañéis y por favor no tratéis de avergonzarnos, solamente recordad las veces que tuvimos que perseguiros con miles de excusas para que os bañarais u os vistierais, cuando erais pequeños.
Llegará el día en el que estemos juntos y, sin querer, nos hagamos nuestras necesidades encima. No os avergoncéis y comprended que no tenemos la culpa de ello, pues ya no podremos controlarlas. Recordad cuantas veces, cuando erais niños, os cambiamos los pañales y os ayudamos, pacientemente a vuestro lado, a que terminarais en el orinal.
Llegará el día en el que nuestra ignorancia ante las cosas cotidianas de la vida nos confunda. Dadnos el tiempo necesario para aprender, y por favor no pongáis esos ojos ni esas caras de desesperados. Recordad que os enseñamos a hacer muchas cosas: a comer apropiadamente, a vestiros y peinaros por vosotros mismos, a comprender las matemáticas o a pronunciar el inglés, a cómo afrontar los problemas y lidiar con la vida.
Llegará el día en el que notéis que perdemos la memoria o el hilo de la conversación. Por favor, dadnos el tiempo necesario para recordar, y si no lo logramos, no os pongáis nerviosos, impacientes o arrogantes. Tal vez no sea importante lo que queramos decir, solamente tened presente en vuestros corazones que lo más importante para nosotros es estar con vosotros, escucharos y que nos escuchéis.
Llegará el día en el que nuestras cansadas y viejas piernas, no nos dejen caminar como antes. Dadnos vuestras manos, de la misma manera que os las ofrecimos cuando disteis vuestros primeros pasos. Y si nos caemos, nos ayudéis a levantarnos como cuando os llevamos en brazos con las rodillas ensangrentadas o los dientes rotos.
Por último, llegará el día en el que partamos de este mundo para reunirnos con nuestro Padre, en cuya poderosa compañía no hemos de sentir vergüenza. No os pongáis tristes. Algún día entenderéis que nuestra marcha no tiene que ver con vuestro cariño o con cuanto os quisimos. Siempre quisimos lo mejor para vosotros. Perdonarnos, si no siempre fuimos capaces de conseguirlo.
Cuando estos días vengan, no os debéis sentir tristes o impotentes de vernos así, sólo os pedimos que estéis con nosotros, que tratéis de entendernos y ayudarnos con amor mientras llegamos al final de nuestro camino.
Y con gran cariño y ternura, os lo agradeceremos, a vosotros y a Dios, por el regalo de haberos dado la vida y por haberla compartido con nosotros.
Con una gran sonrisa y con el inmenso amor que siempre os hemos tenido, sólo queremos deciros que nos sentimos muy orgullosos de vosotros.
Papá y Mamá.
Alberto y María José