En España, el servicio militar obligatorio fue suspendido por el gobierno popular de José María Aznar a finales del año 2001,tras 4 siglos de existencia ininterrumpida. "Suspendido, y no suprimido", porque no se puede suprimir el servicio militar sin modificar antes la Constitución en su artículo 30; "los españoles tienen el derecho y el deber de defender a España, que la ley fijará las obligaciones militares de los españoles...".
Eran años de boom económico donde se pensó que un ejército profesional bien equipado sería mucho más eficiente y adecuado que una gran masa de reclutas mal preparados y pertrechados en cuarteles durante un año.
Yo sí hice el servicio militar en 1986. Fue en la Policía Militar de Valencia y la verdad es que lo echo de menos. Y no porque lo pasará genial (todo lo contrario) o porque yo sea belicista (todo lo contrario) ni porque lo crea necesario, sino porque para mí y para muchos jóvenes españoles fue un punto de inflexión en nuestras vidas.
Con nuestra “mili”:
Aprendimos a convivir con personas de todas las condiciones sociales, de todas las formas de ser, costumbres y mentalidades, de todos los rincones de España.
Aprendimos lo que supone la movilidad geográfica: aparte de un “cambio de aires”, la necesidad de administrarse en tiempo y dinero.
Aprendimos (algunos) a leer y a escribir, a sacarnos el carnet de conducir, a recibir pautas y cumplir obligaciones (barrer, fregar, hacer la cama...) y atenernos a horarios.
Aprendimos a realizar trabajos, a veces penosos, a veces ingratos, casi siempre inútiles y que nunca realizaríamos en condiciones "normales", en nuestros lugares de origen.
Aprendimos a obedecer sin tener que pensar ni discutir las razones, para luego saber obedecer y saber mandar en la vida civil.
Aprendimos a espabilarnos, a ser avispados, a beber botellines en lugar de ir de botellón, a hablar de "chicas" y de fútbol, a pasar de la juventud a la madurez, a pasar de ser unos críos a ser hombres.
Aprendimos a valorar lo que teníamos en casa, a apreciar y querer a nuestros padres y hermanos, a ser solidarios con el compañero que no daba más de sí, que se confundía en el paso, que no era capaz de seguir al grupo, aprendimos a enseñarle y a que lo superara.
Aprendimos el valor de la disciplina, el compromiso y la autoridad como principios necesarios para vivir una vida de provecho.
Aprendimos el significado del rigor y la puntualidad de los actos, de las normas y las órdenes de los mandos (aunque casi nunca fueran justas) para ingresar en una sociedad que valoraba esas cuestiones.
Aprendimos la importancia de la amistad y del compañerismo, de la camaradería y la lealtad como elemento cohesionador, sin importarnos ideología, religión, sitio de procedencia, color de la piel, estado social, etc. del que dormía a nuestro lado.
Aprendimos a vivir multitud de anécdotas, de historias, de curiosidades, de vivencias para, algún día, poder compartirlas con nuestros nietos.
Aprendimos a usar las armas como última solución. Pero lo importante para mí no era lo bélico, sino que todo lo demás que aprendimos funcionara cuando volviéramos a casa y que nos fuera útil para el resto de nuestras vidas.
Y digo aprendimos...por qué la cuestión definitiva y clave es...
¿dónde se aprende hoy todo eso?
Ya os digo que en casa, no; y en el colegio, tampoco.
Absolutamente de acuerdo.
ResponderEliminarYo tengo unos hijos maravillosos pero les hubiera venido bien un añito de mili, valorarían de otra manera muchas cosas.