El origen de la frase "traer por la calle de la amargura" viene de muchos siglos atrás. Hace referencia a la existencia en Madrid de una estrecha callejuela (llamada calle de la amargura), de apenas 35 metros, que iba desde la calle Mayor y desembocaba en la plaza Mayor, hoy llamada siete de julio.
Por allí era por donde pasaban los prisioneros condenados a muerte en su trayecto desde la cárcel, situada en la Plaza de la Villa, hasta la Plaza Mayor para ser ajusticiados. Unos últimos pasos en vida, un paseo amargo y con un triste y definitivo final.
Amargarse y amargar a los de tu alrededor sin hacer nada por evitarlo es el camino de la derrota, de la rendición, a un triste desenlace. Es mucho más sencillo que enfrentarse a la negatividad y solucionar el problema, pero también es muchísimo más perjudicial para nuestro yo individual y social.
“No valgo para nada”, “todo me pasa a mí”, “nadie me entiende, o “el mundo está contra mí” son algunos de los pensamientos negativos que de vez en cuando nos rondan la cabeza.
No se trata de que nadie pueda tener un mal día, todos lo tenemos. Pero alentar el victimismo, los sentimientos de tristeza crónicos, refugiarnos continuamente en el lado negativo de las cosas y no mirar el lado positivo desemboca en una espiral de tristeza, antipatía y desánimo que afecta a la salud, felicidad y bienestar de uno mismo y de los que nos rodean.
Aprender a detectar esta negatividad –tanto en nosotros mismos como en los demás– y saber cómo afrontarla o eliminarla es una tarea que requiere un gran esfuerzo pero que no es imposible.
Mensajes auto-destructivos
¿Te oyes a ti mismo diciendo “no puedo”, “no soy lo suficientemente bueno”, “soy un fracasado” o “no tengo lo que hay que tener”?
Si es así, acalla esa voz interior negativa y esos mensajes autodestructivos porque si anulan tu confianza, disminuyen tu rendimiento, acaban con tu potencial positivo y, sabotean cualquier posibilidad de triunfo.
No permitas que tu mismo seas tu mayor enemigo,
Situaciones revertidas
¿Siempre ves la botella medio vacía? Debes saber que nunca está medio vacía, siempre está completamente llena: la mitad puede que sea sólo agua pero la otra mitad también contiene algo: aire. Nunca puede ser “nada”.
La forma en la que te relaciones y afrontes tus circunstancias, ya sean positivas o negativas, es lo que determinará que sea una experiencia positiva o negativa.
Si eliges revertir las situaciones negativas a positivas, éstas te harán más fuerte, más feliz y más seguro de ti mismo. No existe el país de las maravillas ni tú eres Alicia. La perfección no existe, al menos en la tierra.
Actitudes diferentes
¿Piensas que hagas lo que hagas, todo es inútil? o ¿imposible de cambiar o de afrontar?
Si quieres que algo sea diferente, que algo cambie, no puedes hacer siempre las mismas cosas. Si algo no funciona en condiciones normales, cambia de táctica. No te empeñes contra viento y marea.
Huye de lo convencional, haz cosas diferentes, sé imprevisible. Busca planes pero que puedan será aleatorios en un momento determinado.
Comparaciones odiosas
¿Sueles compararte con otros? ¿Piensas que otros siempre tienen mejores situaciones, mejor suerte? ¿Te auto-compadeces?
Lo más común y fácil para sentirnos mal es compararnos desfavorablemente con los demás. Claro que nunca lo hacemos con los “iguales” sino que tendemos a hacerlo con los que consideramos “superiores”.
Siempre pensamos que lo del vecino es mejor. Es la llamada “comparación social negativa”. Nunca nos fijamos en quien sufre situaciones mucho más penosas que las nuestras, de falta de salud, de problemas económicos o de adicciones. Siempre vemos a los “perfectos”, a los que la vida les sonríe.
Estas comparaciones en lo que desembocan es en estrés, ansiedad, estados de depresión y la toma de decisiones autodestructivas”. ¿Merece la pena?
Recuerdos del pasado
¿Te sorprendes diciendo: “Cualquier tiempo pasado siempre fue mejor”? Qué gran falacia! Qué gran engaño! Qué artimaña más burda para mantenerse atrapado en el pasado y en la inacción!
Arrepentirse siempre de lo que hicimos o peor aún, de lo que no hicimos, sumergirse en lo que pudo ser y no fue no conduce más que a la autoflagelación mental sobre algo que ni siquiera sabemos si realmente habría salido tal y como nuestra mente negativa nos relata.
No sabemos si habría sido mejor, sólo que esa huida de los problemas que debemos afrontar hoy, parece reconfortarnos, pero no es más que una excusa irreal.
Victimismo culpable
¿Crees que siempre la culpa es de los demás? ¿Piensas que tú siempre “ejecutas”, “operas”, “te comportas” a la perfección? ¿Estás abonado al victimismo?
Es cierto que, con demasiada frecuencia, nos topamos con personas complicadas, tóxicas, manipuladoras, vagas, envidiosas, egoístas, desafiantes, narcisistas, mentirosas... Lo más sencillo es pensar que ellos son los culpables de nuestros problemas y nosotros somos las víctimas, pero, esta actitud, aunque justificada, es reactiva y nos debilita, nos atenaza y nos destruye.
El victimismo es la “silenciosa desesperación”, es la “frustración provocada” y perpetúa la amargura, el resentimiento y nos condena a la falta de poder de decisión y actuación. Una víctima injustificada siempre se regodea en la culpa, siempre está dándole vueltas a lo que pasa o a lo que pasó, no aprende de los errores y nunca es consciente del daño que se ha podido causar para para poder evitar que se repita.
Fracaso perfeccionista
El miedo a cometer errores y a fracasar siempre va asociado al perfeccionismo: Pensar que uno no es lo suficientemente bueno ejerce una tremenda presión sobre uno mismo para conseguir algo que evita siempre alcanzar la felicidad. Lo mismo ocurre si se lo exigimos a quienes nos rodean.
Ponerse metas y trazar objetivos es motivador, pero buscar la perfección, conseguirlo todo a la primera y hacerlo sin fallos es imposible, para ti y para cualquiera.
Por lo tanto, es absurdo exigir la perfección a uno mismo y a los demás. Primero porque, simplemente, no es un concepto humano ni está a su alcance. Y segundo, porque está científicamente demostrado que existe una estrecha relación entre el perfeccionismo y la infelicidad.
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