El poder de las emociones, a menudo, se subestima, lo que provoca que los vínculos afectivos se acaben rompiendo.
Entonces, ¿cómo crear, mantener o mejorar los vínculos afectivos con nuestros amigos?
Todos necesitamos a alguien en quién depositar nuestra confianza, a quién acudir cuando las cosas se ponen difíciles, con quien llorar y con quien reír, y también quien nos valore y nos aprecie.
Entonces, ¿cómo crear, mantener o mejorar los vínculos afectivos con nuestros amigos?
Aceptar los defectos de los demás es el primer paso para crear relaciones duraderas y felices.
Sobre esta base, los desaciertos o errores se asumirán de forma menos traumática y dejarán de ser un factor decisivo a la hora de deteriorar o incluso romper los vínculos afectivos.
De este modo, también se apreciarán mucho más los aspectos positivos del otro y se valorará a las personas en su justa medida, sin tener que ofenderse por ello ni incurrir constantemente en descalificaciones.
Las muestras de cariño no deben faltar nunca, a pesar del paso del tiempo que contribuye a enfriar este tipo de gestos.
El psicólogo Goldsmith es tajante en este sentido: “Las personas que se tocan, se abrazan y se toman de la mano suelen tener menos discusiones y disfrutan más de la vida”.
El tacto es pues, una de las formas de comunicación más poderosas.
Los amigos es un excelente trampolín para alcanzar la felicidad, por lo que cuidar su bienestar beneficiará a uno mismo, aun en los momentos difíciles. Si tu amigo tiene un problema, debes ser el primero en estar allí.
Es importante verbalizar las emociones y los sentimientos. No siempre expresamos con palabras lo que pensamos, principalmente cuando se trata de cuestiones positivas, pero para mantener una buena relación es fundamental acostumbrarse a decir las cosas.
Tanto hombres como mujeres necesitan a menudo comprobar que son valorados por sus seres queridos y amigos.
Simplemente expresar agradecimiento por estar en tu vida es una de las herramientas más poderosas para reforzar los lazos de cariño y amistad.
Nunca debemos cansarnos de dar las gracias y reconocer con un beso o un abrazo los buenos gestos de los demás.
Dice un refrán que “El agradecimiento es el más efímero de los sentimientos humanos” y con mucha frecuencia parece tener razón. La gratitud es propia de los verdaderos amigos.
Nunca debemos cansarnos de dar las gracias y reconocer con un beso o un abrazo los buenos gestos de los demás.
Dice un refrán que “El agradecimiento es el más efímero de los sentimientos humanos” y con mucha frecuencia parece tener razón. La gratitud es propia de los verdaderos amigos.
¿Cuántas veces nos hemos sentido mal con un amigo porque no ha sido agradecido del tiempo que le damos? Por ello, debemos agradecerle su tiempo, los buenos ratos que nos hace pasar, su ayuda cuando nos sentimos mal.
Ser honestos y mantener el compromiso de esforzarse por el bien común ayuda a superar las malas rachas o problemas por los que pueda atravesar una relación de amistad. Todo el mundo se merece una segunda oportunidad.
Recordar los buenos momentos de vez en cuando ayudará a sacar las fuerzas necesarias para reconducir la amistad, si se está pasando por un mal momento. Revivir los episodios más felices es una motivación extra para afrontar los baches y mirar al futuro.
Estar disponibles cuando los amigos nos necesiten y apoyarse mutuamente es uno de los dos pilares de las relaciones o de amistad. El segundo es la lealtad, por lo que es mejor solventar siempre las dudas, de compromiso mutuo.
Todo el mundo necesita en algún momento un hombro sobre el que apoyarse. Hay quien piensa que esta necesidad de apoyo es una señal de debilidad, pero esconderlo sólo complicará las cosas con la gente que te rodea. Además generará inseguridad por parte del propio afectado y desconfianza por parte de las personas que lo rodeen.
Es necesario aclarar cualquier cambio en los sentimientos que se profesen hacia los demás. Si surgen las dudas, lo mejor es admitirlo y discutirlo con la otra persona. La comunicación directa es la mejor herramienta para saber realmente lo que se quiere y lo que realmente se espera de uno.
La amistad se produce de forma fortuita e inmediata, casi siempre, sin buscarla.
Y todo comienza porque alguien “nos cae bien” y empatizamos: principios, valores, sentimientos, gustos, aficiones, opiniones, ideas o creencias en común son algunos de los aspectos que nos hacen sentirnos a gusto con otras personas y entablar una amistad.
Para que la amistad sea verdadera, debe existir algo en común. El interés común puede ser una misma profesión, una misma carrera, un pasatiempo en común.
La amistad es cariño, aprecio que promueve a darse y para ello, es necesario encontrarse y conversar. Después, con el tiempo, la amistad puede desarrollarse en profundidad y en extensión mediante el trato, el conocimiento y el afecto mutuos.
La amistad no puede desarrollarse sin cultivarse continuamente, sin tratarse a menudo. Cuando dejamos de ver durante muchos años a nuestros amigos, apreciamos que parecen personas totalmente diferentes, es decir, no existen intereses, vivencias o vínculos comunes que desembocan en un diálogo superficial absurdo. La amistad es algo que requiere continuidad en el trato.
Conocer bien al amigo es saber de su historia pasada, de sus quehaceres actuales y de sus planes futuros; y del sentido que da a su vida, de sus convicciones; y de sus gustos y aficiones, y de sus defectos y virtudes. Es saber de su vida, de su forma de ser, de comprenderse; es… comprenderle. Comprender al amigo es meterse en su piel y hacerse cargo.
Para que una amistad sea verdadera, no basta con caerse bien, hay que dar el paso definitivo, que es: ayudarse de una manera desinteresada, sin esperar nada a cambio. Al amigo se le quiere porque él es él y porque yo soy yo. La amistad se orienta hacia el tú y consiste más en un servir que en un sentir.
La generosidad nos ayuda y facilita el dar que es esencial en la amistad. El dar y el darse es lo que realmente define la amistad. El amigo de verdad es generoso y da. Da sus cualidades, su tiempo, sus posesiones, sus energías, sus saberes. Y lo hace para procurar ayudar eficazmente al amigo.
No es amigo ni el compañero ni el camarada. Tampoco es amigo que el busca aprovecharse del otro. La verdadera amistad no es intercambio de favores sino servicio afectuoso y desinteresado, consistente en la potenciación del TÚ y el destierro el YO.
El Yo es un enemigo mortal de la amistad. El orgullo y el egoísmo no caben en la amistad. El orgulloso no mira más allá de su persona, de sus propias cualidades, de sus intereses. No es capaz de ayudar a nadie.
Ser amigo de verdad no es fácil, pero el esfuerzo vale la pena. Es un privilegio y una gran satisfacción tener amigos de verdad: estar con ellos, charlar, ayudar o ser ayudado, disfrutar y alegrarse con ellos ¡poder contar con ellos!
Tener confianza en el amigo significa que tenemos la seguridad moral de que responderá favorablemente a las esperanzas de amistad que depositemos en él. La confianza mutua hace posible la autenticidad.
Un acto de generosidad especialmente difícil es el perdonar. Debemos comprender y saber los motivos de una acción que nos ha hecho daño. Saber perdonar es propio de almas sabias y generosas.
No hay riqueza más valiosa que un buen amigo seguro. Ser leal supone ser persona de palabra, que responda con fidelidad a los compromiso que la amistad lleva consigo. Leales son los amigos que son nobles y no critican, ni murmuran, que no traicionan una confidencia personal, que son veraces. Son verdaderos amigos quienes defienden el interés y el buen nombre de sus amigos.
Ser leal también es hablar claro, ser franco. Debemos también ser leales en corregir a un amigo que se equivoca.
Las amistades se cultivan, se mantienen y maduran. Es fácil hacer amigos, pero es mucho más difícil mantenerlos. La vida pone a prueba la generosidad, la lealtad, el agradecimiento, y no siempre se sale bien de ella. De aquellos amigos del colegio, poco a poco, la lista se hará menor. De un grupo de 30 o 40 amigos, acabarán quedando, para toda la vida 3 o 4.
El hecho de que alguien no tenga muchos amigos no es algo que deba permanecer así. El cultivar aficiones o asistir a alguna clase que nos interese es uno de los mejores medios para hacer amigos. Una cosa maravillosa de la amistad, es que incluso la gente más tímida puede hacer amistad ¡Con otros tan tímidos como ellos mismos! Hacer nuevos amigos es abrir horizontes. Si alguna vez algún amigo nos ha pagado mal, no significa que ocurra así con todo el mundo. Lo peor que puede hacer cualquiera es cerrarse.
Un punto fundamental al entender la amistad, es que las personas ni somos perfectas y cambiamos poco a poco, es decir, que no siempre encontraremos un “solo mejor amigo”. Habrá quien comparta con nosotros nuestras aficiones, otro quizá nuestros problemas, otro nuestros sueños. Querer buscar que una sola persona llene todas nuestras necesidades de amistad es algo que podría llegar a ser una utopía. Además ¿Quién dijo que no se pueden tener varios amigos?
Así como la amistad sana es un valor esencial para nuestras vidas, el tener una amistad con la persona equivocada puede serla fuente de muchos dolores de cabeza. Problemas de droga, delincuencia, baja en el desempeño profesional, problemas familiares son unos cuantos efectos de las malas amistades. La amistad es compartir, pero no es complicidad. También es importante recordar que somos personas individuales, con una conciencia individual. El hecho de que tal o cual amistad “lo haga”, no significa que nosotros debemos hacerlo. Tampoco podemos esconder nuestra conciencia individual en una conciencia “compartida”. Es el caso típico de alguien que se mete en problemas serios porque salió con los amigos y se perdió el control. “Más vale solo que mal acompañado” es un adagio que, de haber sido practicado a tiempo, podría haber evitado muchos problemas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario