Trece años han pasado ya desde que la moneda única europea, el euro (€) entró en circulación, el 1 de enero de 2002. Desde entonces, la utilizamos más de 337 millones de europeos, en 19 de los 28 Estados miembros de la Unión Europea.
Pero ¡cuánto echamos de menos a nuestra querida y olvidada peseta!
La implantación del euro como moneda única de la Unión Europea provocó un aumento solapado (encubierto) de la inflación, especialmente en las capas de rentas medias y bajas, muy superior al registrado por los índices de inflación oficiales publicados por los estados miembros.
Este incremento se comenzó a percibir poco después de la desaparición del periodo de doble circulación del euro con las monedas nacionales, y perdura hasta nuestros días.
Es lo que se denomina como el "efecto psicológico" del cambio de moneda sobre los precios, que, básicamente, significa que los precios de los productos con un coste de entre 1 y 10 euros, subieron hasta alcanzar una equivalencia de 100 pesetas=1 Euro, es decir, que la vida nos subió de golpe casi un 66% más o que nuestro dinero valía un 66% menos.
Esto es especialmente significativo en el hecho de que a partir de enero de 2002:
- En el sector inmobiliario, la compra de vivienda habitual subió de golpe un 10% de su valor.
- En el sector hostelero y de ocio, los precios aumentaron cerca de un 70%, de un día para otro.
- En el sector energético, los carburantes han ido subido una media de un 4% anual.
- En el sector alimenticio, los productos básicos ha duplicado sus precios en los primeros 6 años.
- En los sectores textil, electrónico y automovilístico los precios se han venido manteniendo.
Veamos dos sencillos pero claros ejemplos de cómo la incorporación al euro nos ha supuesto un evidente empobrecimiento de nuestro poder adquisitivo:
- En el año 2001, degustar una cerveza en un bar o desayunar un café con bollería nos costaba cien pesetas, es decir, 0.60€. Hoy, en 2015, consumir lo mismo nos cuesta 1,80€, como mínimo. Un 333,3€ más, es decir, más del triple.
- En el año 2001 proliferaron los negocios denominados "todo a cien", que en 2002 no pasaron a denominarse "todo a 0.60€" sino "todo a un euro".
Cada euro representaba menos valor de nuestros antiguos sueldos del finiquitado siglo veinte, pero gracias al endeudamiento familiar de todos los españoles, transferimos este desajuste hacia el futuro. ¡Qué listos fuimos!
Y como dice una canción ochentera de Radio Futura: "el futuro ya está aquí, y yo caí......" y ha llegado más pronto que tarde, y de la peor manera. Es el momento de equilibrar el desajuste, de descubrir que somos bastante más pobres de lo que pensábamos. ¿Cómo? A base de cierre de empresas y recortes de plantillas, de asfixia y recortes en las administraciones públicas, de paro y de vivir peor que hace veinte años.
Cuando se produce inflación, el poder adquisitivo de todos los salarios menguan y ahorros pierden valor. Cuando la inflación se esconde de la forma en que se ha hecho, los sueldos pagan menos cosas y los ahorros se han devaluado mucho.
Esta pérdida de poder adquisitivo incide de manera significativa en el consumo de las clases medias y bajas, por lo que muchas empresas ha reaccionado provocando un fenómeno denominado "shrinkflation", un neologismo formado por las palabras shrink (encoger) y inflation (inflación).
Básicamente, las empresas mantienen los precios de venta de los productos, pero a cambio disminuyen el producto o el servicio bien cuantitativamente o cualitativamente, o lo que es lo mismo, mismo precio, menos producto, tal y como pasó en los años 70 justo antes de que la inflación se disparara.
¡Pero qué listos somos! De nuevo, otro engaño que pagaremos los de siempre, las clases medias y bajas españolas. Vamos de mal en peor, confiando en esta casta política que nos lleva por un camino de destrucción de todo lo que somos.
¿Y si damos un puñetazo en la mesa y nos salimos del euro?
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